IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Esta es la homilía del día 30 de enero de 2010.



Resumen de la homilía:

Dios es Amor, y el cristiano que ama a todos manifiesta al Dios Amor. Tenemos fe y esperanza, pero si falta el amor perdemos el tiempo. “En el ocaso de la vida nos examinarán en el amor”, dice S. Juan de la Cruz. La gente de Nazaret, su pueblo, admiraba y alababa las palabras de Jesús. Pero la envidia y el orgullo no les permitía aceptar que Jesús era el Mesías. Decían: “Ese es el hijo de José, el carpintero, y de María.” Dios elige y da sus dones al que Él quiere y dónde quiere, porque Ama a todos. Cuando Dios elige a una persona, le da la ayuda necesaria para cumplir su misión. Al profeta Jeremías: “No tengas miedo, diles lo que yo te mando, Yo estoy contigo. Jesús sufrió al cumplir la misión que le dio el Padre de salvarnos a todos. Nosotros, que te nemos la obligación de manifestar nuestra fe, también sufriremos. Por eso necesitamos fortalecernos con la Palabra de Dios, la Comunión y la oración.
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Estas son las lecturas del día 30 de enero de 2010.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Jeremías. (1, 4-5. 17-19)

Recibí esta palabra del Señor: “Antes de formarte en el vientre de tu madre, te elegí y te consagré; te nombré profeta de los gentiles. Tú prepárate, ponte de pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo. Yo te convierto en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de piedra, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no te vencerán, porque yo estoy contigo para librarte.”

Palabra de Dios.

R.-Te alabamos Señor.

SALMO RESPONSORIAL 70, 1-2. 3-4. 54-6

R.-Señor, mi boca anunciará tu salvación.

En ti, Señor, me apoyo, no me derroten para siempre;

tú que eres justo, líbrame, escúchame y ven a salvarme.

R.-Señor, mi boca anunciará tu salvación.

Que tú seas mi refugio, la torre donde me salve,

porque mi roca y me castillo eres tú,

Dios mío, líbrame de la mano malvada.

R.-Señor, mi boca anunciará tu salvación.

Porque tú, Dios mío, eres mi esperanza

y mi confianza, Señor, desde mi juventud.

En el vientre de mi madre ya me apoyaba en ti,

y tú me sostenías.

R.-Señor, mi boca anunciará tu salvación.

Mi boca cantará tu auxilio, y todo el día tu salvación.

Dios mío, me enseñaste desde mi juventud.

y hasta hoy anuncio tus maravillas.

R.-Señor, mi boca anunciará tu salvación.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios. (13, 4-13)

Hermanos: El amor es paciente, amable; no tiene envidia; no presume; no es mal educado ni egoísta; no se enfada; no recuerda el mal; no se alegra de la injusticia, goza de la verdad. Perdona siempre, cree siempre, espera siempre, aguanta siempre. El amor no pasa nunca. ¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se terminará. Porque nuestro saber y nuestra profecía tienen un tiempo; pero, cuando venga lo perfecto, eso se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, pensaba como un niño. Cuando me hice hombre terminé con las cosas de niño. Ahora vemos confuso en un espejo; después veremos cara a cara. Entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.

Palabra de Dios.

R.-Te alabamos Señor.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio de san Lucas. (4, 21-30)

En aquel tiempo, dijo Jesús en la sinagoga: “Hoy se cumple esta Escritura que han oído.” Y todos manifestaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que decía Jesús. Y decían: “¿Éste no es el hijo de José?” Y Jesús les dijo: “Seguro que me diréis este refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”; haz también aquí en tu pueblo lo que haz hecho en Cafarnaún.” Y añadió: “Os aseguro que ningún profeta es bien visto en su pueblo. En Israel había muchas mujeres viudas en tiempos del profeta Elías, cuando estuvo tres años y seis meses sin llover, y hubo mucha hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de esas viudas fue enviado Elías, sólo a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue curado, sólo Naamán, el sirio.” Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, empujaron a Jesús fuera del pueblo hasta un barranco del monte, con intención de tirarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

Palabra del Señor.

R.-Gloria a ti, Señor Jesús.